La mentira convive con nosotros. Unos mienten más, otros menos, pero mentir mentimos todos. La mentira está muy penalizada en la sociedad y sin embargo algunos sociólogos sostienen que sin ella la sociedad no existiría tal como la conocemos. Todo el mundo agradece, por ejemplo, que le digan que su bebé es mono o que su casa a la que te invitan tras haber hecho obras está decorada con gusto. Y es que decir lo contrario sería toda una grosería. Son las llamadas mentiras blancas, sociales o piadosas. Me sumo pues a decir que la mentira es en alguna medida necesaria.
Cifuentes, Casado, Montón, Sánchez… Estos días estamos asistiendo en España a una batalla entre políticos a causa del currículum. El currículum, ese gran soporte para que se dé la mentira en mayor o menor medida. Y los políticos no son menos: a veces el currículum es una efectiva herramienta que se inserta en la estrategia de la construcción de una marca o una imagen personal: más tecnócrata, más intelectual, más internacional, según lo que cada asesor considere que puede necesitar.
Lo difícil llega, ya sea en el currículum engrosado ya sea en cualquier situación de mentira, cuando hay datos contrastables. Los políticos, o cualquier persona, pueden defender su inocencia y credibilidad durante todo el tiempo que los datos disponibles se lo permitan. Harán sus declaraciones, los periódicos llenarán páginas, serán centro en las conversaciones, los analistas escudriñaremos el lenguaje no verbal. Y para ellos será duro, porque mantener una mentira exige contar con diversas habilidades y genera una situación muy estresante.
Por ese motivo, poder desmarcarse de la situación es una liberación. ¿Podrían verse las dimisiones de los políticos en estos casos de currículum cuestionados, como acciones que confirman las sospechas? Es decir, ¿dimiten solo para salvaguardar su imagen o también buscando el alivio de poder dejar de mentir? La conducta, más allá del puro comportamiento no verbal o el discurso verbal, también nos puede aportar información.
Siguiendo con lo estresante que puede ser mantener una mentira, o toda una vida de mentiras mejor dicho, estos días vuelve a ser noticia Jean Claude Romand. Un caso fascinante en el que podéis profundizar en el libro L’Adversaire, de Emmanuel Carrère, y en la película El adversario, en mi opinión magistralmente actuada por Daniel Auteuil.
Jean Claude Romand es un hombre francés que tuvo una doble vida. Casado y padre de dos hijos, todas las mañanas se iba a trabajar supuestamente como médico e investigador a la OMS en Ginebra. Pasaba el día en la cafetería o en el coche aparcado en la carretera, estudiando manuales de medicina, y volvía a casa ya al atardecer. Mantuvo a su familia y a su amante en la creencia de que trabajaba como doctor en Suiza durante 18 años. Lograba ingresos gracias a estafas piramidales (pedía dinero a sus allegados supuestamente para invertir en diversos intereses en Suiza, y con los préstamos de los siguientes iba devolviéndoles a los primeros). Su vida, desde las conversaciones, hasta sus horarios, hasta el sueldo, estaban hipotecadas sobre una mentira, que generaba a su vez otras mentiras. Imaginemos lo que debía de ser llegar cada día a casa e inventarte anécdotas del día, viajes, personajes… ¡Qué memoria debía de tener para recordar todo!
Cuando su familia y amigos más íntimos tuvieron sus primeras sospechas fundadas y la situación empezó a volverse insostenible, Romand acabó asesinando a su mujer, hijos y padres, en 1993. Y se sospecha que años antes habría matado a su suegro cuando este insistió en recuperar el dinero que supuestamente Romand le había invertido en Suiza. Romand intentó suicidarse pero los bomberos le salvaron la vida, por lo que fue condenado a cadena perpetua en 1996, y está a punto de salir ahora, y por eso vuelve a ser noticia estos días en los medios.
Una vez en condenado, y eso es lo que nos interesa hoy aquí, reconoció al psiquiatra Denis Toutenu que por fin podía se él: «Nunca he sido tan libre, la vida nunca ha sido tan bella. Soy un asesino, con la imagen más baja que se pueda tener en la sociedad, que es más fácil de sobrellevar que los veinte años anteriores [de mentiras].»
Podemos entender fácilmente el suplicio que debió de ser llevar esa vida, aunque la hubiese elegido él, y el alivio que sintió en prisión.
El caso de Romand es un ejemplo mítico en el estudio de la detección de la mentira desde diversos ángulos, como personalidad, tipología de la mentira, análisis de conducta… Llevemos la mentira a un extremo como en el caso de Romand o a un engaño menor, cuando la situación aprieta nuestras acciones quizá se guíen por el miedo a ser descubiertos o quizá también por la búsqueda del alivio, de acabar con esa situación. ¿A qué responden las amenazas de Sánchez de emprender acciones legales contra los medios que cuestionan su tesis? ¿Y la dimisión de Cifuentes? ¿Y la de Montero? ¿Y el contraataque de Casado de » y tú también» a Sánchez? ¿Y los currículos de otros políticos que en estos meses han retocado a la baja en sus páginas web? Seguramente muchas acciones se deban a directrices dentro de sus partidos, pero también son reacciones ante la posible puesta en evidencia de datos, y el cansancio de tener que estar en el ojo del huracán.
Volviendo al panorama nacional político, es posible que los casos candentes actuales de currículos engrosados no sean los últimos. Veamos mientras qué comunicación no verbal muestran, qué argumentos incluyen en su discurso verbal y qué acciones llevan a cabo. Y podemos reflexionar nosotros también, ¿qué haríamos nosotros en su caso?
Un cordial saludo como siempre,
Ana