Aunque los animales nos resultan familiares y parece demostrarse que tienen emociones y sistemas afectivos, ¿damos demasiado por supuesto que sus emociones tienen que ser las mismas que conocemos en el ser humano?
El otro día viendo un documental de National Geographic sobre la costa del norte de España me sorprendí a mí misma dándole para atrás al mando y tomando notas. Era un documental precioso con unas imágenes espectaculares de acantilados, olas y formaciones geológicas insólitas. También se centraba en la fauna que habita estas costas y lo que me llamó la atención fue que constantemente se atribuía emociones y estados mentales humanas a los animales.
Ejemplos específicos:
- peces que sienten curiosidad por saber qué se mueve bajo la arena
- cormoranes que se frustran al partir ramas para hacer el nido
- halcones preocupados porque su nido se ha destrozado tras una nevada inesperada
- los polluelos esperan ansiosamente a que vengan los padres a darles de comer
- los halcones han decidido vivir en esta costa por al gran abundancia de comida disponible
En las diversas culturas contamos con tradiciones seculares de historias populares y literarias protagonizadas por animales que tienen virtudes, vicios, emociones y rasgos humanos. Fábulas, cuentos, refranes y ahora películas y merchandising con moralejas que enseñan lecciones de vida. Así es como hemos atribuido astucia al zorro, cobardía a las gallinas, nobleza al león, maldad al lobo, ternura al oso pardo… que al final poco tiene que ver con la naturaleza de cada especie.
Ya fuera del folclore, varios autores desde Pitágoras a Darwin apuntaban la sofisticación mental de los animales que observaban. Y aunque algunos estudiosos del comportamiento, más orientados a la conducta, prefieren enmarcar las emociones animales en simples estímulos y respuestas, también hay diversas investigaciones que muestran que las capacidades cognitivas y emocionales de al menos determinados mamíferos (desde simios hasta roedores) son más variadas y complejas de lo que creíamos.
Una emoción por ejemplo que parece consistente es la empatía, no solo en la misma especie sino también entre animales y seres humanos: ratas que descartan una recompensa para ayudar a otras que se están ahogando, o perros que confortan a personas tras episodios traumáticos. Y si vives con un animal de compañía seguro que podrías llenar párrafos con situaciones en las que tu amigo animal se comporta de forma emocional más allá de alegrarse de verte.
Que se dedique interés, tiempo y recursos a estudiar más a fondo la cuestión de las emociones en los animales tiene ventajas considerables, entre otras: procurar su bienestar tanto si son mascotas como si son para explotación; formular leyes más favorables hacia ellos; comprender mejor su naturaleza para enriquecer cualquier forma de nuestra coexistencia.
Sin embargo, ver el documental de National Geographic, con «halcones preocupados», «peces con curiosidad», «polluelos ansiosos», etc. me ha hecho cuestionarme si estamos llegando muy lejos con el factor emocional; si se frivoliza, por decirlo de alguna manera. Por un lado, atribuir fácilmente emociones que conocemos como propiamente humanas a los animales puede deformar la realidad y su conocimiento. Por otro lado, por la simplicidad de presuponer que en un contexto concreto encontraremos siempre determinadas emociones, cosa que no tiene por qué suceder.
Al final, estamos aplicando el conocimiento que se tiene sobre la emoción humana al mundo animal a través de interpretar contextos, conductas, y demás que pensamos que son similares a los nuestros. Quién sabe si los animales tienen otras emociones diferentes a las nuestras para poder sobrevivir y vivir en sus grupos, y necesitamos nuevos nombres y conceptos.
El repertorio emocional del ser humano es variado y profuso y aún sujeto de estudio, con diferentes conclusiones según cada enfoque: psicológico, social, neurológico… que no siempre parecen estar de acuerdo. En el terreno de las emociones, aunque se ha avanzado muchísimo, también se rectifica y se añaden nuevas perspectivas.
Los animales, esos fenomenales seres con los que compartimos el planeta, tienen una capacidad mental y afectiva que parece ser compleja y rica; pero es la suya y creo que si les queremos entender, habrá que hacerlo desde la humildad de entender que somos diferentes y que aún tenemos mucho por descubrir sobre ellos.