Los diversos estados occidentales y el equipo de Zelenski coordinan las visitas coincidiendo con el anuncio a los ciudadanos de los paquetes de ayudas para Ucrania. En cada una de estas visitas, la vestimenta de Zelenski ha resultado invariable: austera, de estilo militar, fuera de protocolo. La apariencia forma parte de la escenificación.
Los tiempos complejos exigen conductas a la altura, y la planificación es también un aliado. No nos cabe duda de que la apariencia de Zelensky está incluida en ese plan de acción excepcional.
Recordemos que la apariencia es una forma más de comunicación no verbal, como pueden serlo los gestos, las posturas o la velocidad con la que nos movemos. Nos expresamos e inferimos a través de prendas de vestir, aderezos como peinados y barbas, y también elementos más estáticos, sobre los que tenemos poco control, como son los rasgos faciales y corporales (la forma de las cejas, la proporción de las facciones, tamaño de la nariz u ojos…).
Zelensky, no militar de formación, se ha encontrado con esta guerra, de cuyo bando es la cara visible. Desde el primer día de esta guerra, el presidente ucraniano se vistió con ropa de tonos militares. No pudiendo llevar ningún traje formal, viste prendas llamadas «de trabajo», para tareas del día a día y que no exigen etiqueta.
A través de sus redes sociales, en las que desde el principio fue un comunicador activo, nos hemos familiarizado con su apariencia bélica y frugal, que nos hacían meternos de lleno en el día a día de la situación. Los medios occidentales, con su cascada de noticias por día sobre esta guerra, también difundían por activa y pasiva las imágenes del presidente ucraniano, sus reuniones, etc. con lo que es la imagen que tenemos en la retina.
Esa imagen ha reforzado su liderazgo y la difusión de esta guerra al mundo. Incluso en un reportaje de la revista Vogue americana él se dejaba retratar con la misma camiseta militar, mientras que su mujer llevaba prendas de diseñadores ucranianos, algunas en los colores nacionales, amarillo y azul.
Así es como hemos podido ir siguiendo las diversas visitas oficiales que ha hecho a muchos países occidentales durante los 2 últimos años. Y hemos podido constatar que siempre acude vestido con la misma indumentaria frugal de estilo militar, verde o negra, con el escudo y emblema de Ucrania.
Esta apariencia es altamente llamativa especialmente porque las personas que lo reciben en estos países (presidentes, embajadores, altos cargos de los ejércitos, etc.) sí que acuden a las reuniones ataviados con formalidad y según protocolo, cosa que hace resaltar aún más esas prendas sencillas.
Por eso, cuando alguno de nosotros dudemos de la importancia de nuestra apariencia, especialmente en momentos más destacados para nosotros, recordemos el caso Zelensky.
Las reuniones son a puerta cerrada con los gobernantes de cada país que visita, pero se necesita la aprobación general de la opinión pública para dar el visto bueno a los paquetes de ayuda, que se cuentan por miles de millones de todos los contribuyentes entre apoyo militar y financiero. Estados Unidos ha dado, en 2 rondas, más de 100.000 millones de dólares; Francia, 3.000 millones de euros, y España ayer (27/5/24) 1.000 millones de euros.
Y ahí radica la importancia de acudir vestido como si se hubiera teletransportado en segundos desde Kiev. Con su imagen nos traslada, nos comunica no verbalmente, la actualidad de la guerra a nuestra retina, a través de todas las imágenes que se difunden en los medios.
Claramente acudir así vestido forma parte de una planificación: las negociaciones de cuánto puede dar cada país se gestan a distancia. Sin embargo Zelenski hace la visita oficial ataviado con su invariable imagen el mismo día que los gobiernos hacen el anuncio a la ciudadanía de la ayuda económica que se va a dar a Ucrania. Las fotos de los mandatarios de ambos países se difunden ese día ampliamente en los medios y redes.
¿Tendría el mismo efecto en la aprobación de la ciudadanía la millonada que se da a otros país, si no se escenificara de algún modo la guerra? Probablemente: no.
¿Modificaríamos nuestra imagen si fuéramos el presidente de nuestro país y saliéramos a pedir ayuda económica a un montón de países? Apuesto a que: por supuesto.
Por eso, si eres de esas personas que piensa que la imagen personal no importa y que lo importante es tu esencia, que los demás valoren tu interior, tus habilidades profesionales y tus capacidades mentales… te animo a reconsiderar esa opinión a partir de ahora. Trabajes en lo que trabajes. Tengas la vida personal que tengas.
Cuando tengamos un evento relevante en nuestro calendario profesional o personal, vale la pena dedicar tiempo a revisar si hay algo en nuestra imagen que podamos adecuar y mejorar ese día para acercarnos más a los objetivos del evento o nuestros intereses generales.
Puede ser recortarse la barba un poco; puede ser llevar el traje más planchado; puede ser quitarnos pulseras o collares que no vienen a cuento o son ostensosos… Ir mejor peinado, deshacerse de esa sudadera con capucha, llevar menos o más tacón, menos o más maquillaje… Lo importante es concederle la relevancia que tiene y detenerse a evaluar nuestra apariencia en cada momento. No es mentir, es hacer que nuestra imagen nos ayude.
Aprovechamos este artículo para hacer el análisis a Putin, cuyo gobierno desde el inicio llamó «conflicto» a la guerra, y que no ha cambiado su apariencia durante estos años. Deja las prendas militares a su equipo de defensa. Porque él también sabe que la imagen cuenta.
Lo dicho, no hace falta que estemos envueltos en una situación tan compleja y delicada para poner el foco a nuestra apariencia. Piensa hoy, ¿qué quiero transmitir, en general o en tal o cual evento? ¿Puedo cambiar algo de mi apariencia para acercarme al objetivo?
Y si tenéis cualquier pregunta al respecto, no dudéis en contactarme.