¿Por qué tiene tan poca popularidad Melania Trump? Se debe a 2 razones de base. Por un lado, ella deja un vacío comunicativo al ser tan celosa de su intimidad y tener apenas presencia pública. Por otro lado, está bajo el implacable yugo de la cultura de la cancelación, al alejarse de ciertas expectativas para una mujer.
Su caso es un claro ejemplo de una paradoja que suele darse en torno a las mujeres: aunque en el mundo de las ideas la mayoría luchamos por conseguir lo mismo, si alguna se desvía de ciertas expectativas somos nosotras quienes nos ponemos argollas unas a otras. Y a unas más que a otras.
¿QUIÉN ES MELANIA TRUMP?
Melania Trump, Melanja Knavs de nombre original, es una mujer de 54 años nacida en Eslovenia, parte de la antigua Yugoslavia, y llegada a EEUU a los 26 para trabajar de modelo. Está casada con Trump desde 2005, con quien tiene 1 hijo de 18 años. No se le conoce profesión una vez casada, y pasó a los focos internacionales cuando su marido se convirtió en presidente de EEUU y ella, en primera dama. Ahí se inició una antipatía por parte de una perte activa de la opinión pública que la convirtio en un personaje impopular.
EL ROL DE LAS PRIMERAS DAMAS
Existe cierta expectativa sobre cómo debe mostrarse y actuar la esposa de un presidente. Y más en concreto la del presidente de Estados Unidos. Esto viene desde muy atrás, y ya Eleanor Roosevelt se las tuvo que ver con un entorno al que escandalizaba por extralimitarse de su supuesto papel: Eleanor daba ruedas de prensa, era activista en causas de derechos civiles impensables para la época, y ¡oh my god!, hasta contradecía a su marido presidente en público. A pesar de infidelidades de su marido y más, le asistía en sus discursos y le animó siempre a seguir en la esfera política. Roosevelt fue presidente en 4 elecciones seguidas y Eleanor, primera dama todo ese tiempo, dejando un legado impactante de acciones e influencia.
Si volvemos los ojos a la época actual, parece que el camino sigue siendo uno, aunque se hayan ampliado sus márgenes. Tareas de apoyo del marido, en las que no destacar ni por arriba ni por abajo, y mostrar desde el punto de vista de la comunicación no verbal mucha complicidad, amor y sintonía. Y no hay que olvidar que hay que estar muy guapa, ya que representan a toda una nación también con el aspecto (menuda responsabilidad).
Un buen ejemplo fue Michelle Obama. Una primera dama que se metió en el papel y que ya partía con la aprobación general gracias a una expectativa positiva sobre su marido, a quien se le adjudicó el mérito de que con él el mundo iba a ser mejor (por eso recibió un Nobel de la Paz antes de estrenarse en el cargo). Michelle bordó el papel en todas sus facetas: hablaba en público, tenía buena presencia y vestía con estilo marcas de EEUU, cuidaba el huerto de la Casa Blanca, mostraba su faceta de madre. Además sus abuelos habían sido esclavos en la propia Casa Blanca. Y además su marido era demócrata y con un carisma positivo y conciliador.
MELANIA Y LA CULTURA DE LA CANCELACIÓN
Y llegó Trump. Y a Melania le sucedió lo contrario que a Michelle: sin haberse estrenado en el cargo, heredaba el rechazo que suscitaba su marido. Ella había elegido «mal», según la opinión pública. El mundo iba a ser un mundo peor, en el que la gente se despedía por redes sociales y entraba en un duelo profundo por la democracia. Un ejemplo fue la actriz Olivia Wilde, quien en redes se cortó la melena diciendo «No more Melania hair» en señal de diferenciación pues llevaban el mismo estilo de melena y con el mismo color. En estas elecciones de 2024, mujeres de un colectivo feminista se han rapado la cabeza en señal de rechazo a Trump, como hacen las viudas en India al estrenarse en su nuevo estado.
HA DEJADO UN VACÍO DE COMUNICACIÓN
Melania, muy ausente en la esfera pública, ha dejado habitualmente un vacío comunicativo, que hace que otros lo rellenen por ella. En su día, cualquier aparición del matrimonio Trump fue escrutinizado buscando señales no verbales de desamor, anticomplicidad y falta de sintonía. Como suele pasar, muchos eran análisis donde primaba el sesgo de confirmación: analizo y concluyo lo que confirma mi idea preestablecida.
Melania sonreía poco. ¿Por qué podría ser? Además de otros motivos, quizá incluso los tan ansiados desamor y anticomplicidad, hay que tener en cuenta que culturalmente y generalizando, en el Este se sonríe menos en la esfera pública. La risa y la sonrisa se reservan para el ámbito íntimo. Aunque lleve 25 años en EEUU, a veces esa herencia cultural en la expresión corporal está fuertemente enraizada y aunque aprendemos en el entorno de acogida, nos queda igualmente bastante de lo original.
Y una mujer que sonríe menos automáticamente se desvía de la expectativa de género, donde se espera de nosotras que seamos más conciliadoras y dulces de trato, y donde la inexpresividad o seriedad se percibe como agresividad, altanería u otros rasgos negativos no tan prosociales.
También, según qué medios elegían imágenes donde aparece más tensa o seria, y otros medios más afines a la causa republicana (hay menos) publicaban fotos donde sí sonreía. Es decir, cada cual construía una Melania diferente.
Las líneas que dibuja el rostro, con pómulos altos y ojos muy rasgados (seguramente con operación estética) resultan duras (aunque sea un rostro bellísimo). Si sumamos esto a un habitual semblante serio y que da pocos detalles sobre su vida privada, obtenemos una imagen de una primera dama distante.
SU APARIENCIA, PERFECTA, TAMBIÉN CREA DISTANCIAS
Como tantas otras personalidades públicas, especialmente si no procedían de un entorno acomodado, su estilo ha ido evolucionando desde un estilo más bien vulgar, de escotes y prendas ajustadas y brillantes (a lo Georgina Rodríguez), a un estilo clase alta que la sitúan en uno de los personajes públicos más elegantes de occidente. Mérito compartido entre ella y su asesor de estilo, Hervé Pierre.
Su estilo se basa en tejidos gruesos y naturales, tonos neutros, prendas de gran patronaje, líneas puras, sin apenas estampados o accesorios que emborronen. Todo eso en su silueta esbelta, sienta el doble de bien.
Fijaos que no lleva las sempiternas perlas blancas que han lucido todas las primeras damas una tras otra, desde Nancy Reagan hasta Michelle e incluso la presidenciable Kamala. Melania rompe hasta con esa tradición.
Su pecado estilístico es que muestra grandes bolsos de Hermès, de precios astronómicos. Para una política, mujer de político o familias reales es más recomendable apostar por marcas nacionales y complementos discretos, aunque la fortuna sea privada. Por consideración al resto de compatriotas, que si bien se aprecia una primera dama bien vestida que nos haga sentir mínimamente orgullosos, también se valora la austeridad de vez en cuando.
UNA MUJER QUE HACE LO QUE QUIERE
Es tan libre, que cuando Trump llegó a la Casa Blanca ella se negó a trasladarse y cambiar su vida, y pasa temporadas en su vivienda habitual y Washington. Es altamente reservada con su intimidad y participa muy poco en la vida pública, delegando ese papel en Ivanka Trump. Pienso que sí debería intentar participar más, comunicar, estar presente en la vida pública, ya que dará la oportunidad de dar a conocerse.
MUJER DE ROMPE Y RASGA, NO MUJER FLORERO
Al contrario de lo que muchos ven en ella, no es una mujer florero. Estamos ante una mujer que se muestra tan libre como para decidir que el rol de primera dama no va con ella. Ni se traslada a la Casa Blanca, ni se dedica solo a causas benéficas, ni acompaña a su marido a todas sus citas institucionales, pasando a ser un complemento del presidente. Eleanor Roosevelt estaría orgullosa.
Sin embargo la opinión pública le ha colgado la etiqueta de mujer florero, incluso llegando a la superiodiad moral de victimizarla y tener que salir en una defensa suya que en absoluto necesitaba: cuando los análisis de la pareja Trump daban como conclusión que Trump era zafio en el trato, por ejemplo bajando primero del avión él, surgió entre algunas mujeres el movimiento «Free Melania». Nadie más libre que ella, que cuando Trump salió presidente ella decidió que había que modificar el contrato prenupcial. Y por otro lado, ¿no está en el ideario feminista más agreste que el hombre no sea caballero? Parece que somos las otras mujeres las que decidimos si las otras son aceptables o no según nuestras expectativas, incluso según el marido que han elegido. Argollas entre nosotras.
COHERENCIA
Al margen de los juicios que hacemos bajo nuestros sesgos ideológicos, una de las cosas que más daña a un personaje público es la incoherencia. Y de momento, como en boca cerrada no entran moscas y además se prodiga poco en la esfera pública, Melania Trump no parece haber incurrido en ninguna.
NUEVA ETAPA COMO PRIMERA DAMA
En un programa en la FOX Melania comentaba recientemente que afronta esta nueva etapa como primera dama de forma diferente. Al parecer su primera etapa estuvo plagada de traiciones entre los que suponía que eran de su equipo, algo que recoge en su libro Melania (como vemos, la venganza y servida en frío, no es nada propio de mujeres florero). Es muy posible que se rodee mejor y en esta nueva etapa veamos a una persona más activa y dispuesta a dejarse conocer.
Su inglés es correcto pero le falta variedad léxica por lo que resulta demasiado básico, y aunque tiene asesores de comunicación va a tener que trabajar más duro.
¿Será capaz de subir su bajo porcentaje de aprobación popular? Yo creo que esta vez sí. Creo que veremos a una mujer más sonriente, más comunicativa y más presente. Pero solo el tiempo nos lo confirmará o no.