Sabemos que ser profesor es mucho más que impartir una asignatura en un espacio y tiempo concretos. Requiere habilidades de las que la inteligencia artificial no te va a sacar de apuros: despertar interés, transmitir entusiasmo, capear con mano izquierda ciertas actitudes… y muchas más de las llamadas soft skills o habilidades blandas.
En muchas de estas habilidades la comunicación no verbal desempeña un rol destacado y por eso desde este campo de conocimiento hay mucho que los profesores de escuela pueden llevarse, ya que allí donde haya relación con personas, y por lo tanto comunicación, es donde estas soft skills se necesitan.
Si nos centramos solo en la faceta aula, hay 2 aspectos de lenguaje no verbal que pueden suponer un cambio importante, por un lado en cómo se siente el alumno, y por otro en cómo se te percibe como profesor. Y todo redunda en los resultados.
HABLAR CON PASIÓN
Hablar con pasión debería ser un requisito en muchas profesiones (y facetas de la vida…). Pero en la enseñanza es imprescindible. Tú puedes saber mucho de algo que si resultas aburrido solo va a aprender el alumno responsable y automotivado. Y sabemos que esos son los menos. Queremos contagiar entusiasmo y la pasión es nuestra mejor baza.
La responsabilidad de despertar el interés y mantener la atención recae en el profesor. Y en estas generaciones empantalladas, acostumbradas a segregar dopamina cada pocos segundos, la puesta en escena por parte del docente es esencial.
Yo misma he sido profesora (de posgrado) y sé que dar clase horas seguidas tiene sus desafíos. Especialmente a ciertas horas, ciertos grupos, con algunos alumnos… Hablar con pasión es lo que te va a ayudar ante esas circunstancias.
Al elegir dar clases con pasión, se genera una conexión entre el profesor y los alumnos: compartimos esa temática y la experiencia que supone, como quien comparte una afición como el fútbol, las series de humor negro o los buenos restaurantes. Y además, hablar con pasión nos hace ser vistos como más carismáticos, por lo que seremos mejor valorados como profesores.
¿Qué significa hablar con pasión?
• Ser muy expresivo facial y corporalmente. Poner energía en cada movimiento. Con el cuerpo reforzamos lo que explicamos. Retuércete, abre los brazos, gesticula con el rostro subiendo las cejas, vocalizando más… Mejor que parezca que estás en una obra de teatro que en una clase tediosa.
• Jugar con la voz. Subir y bajar el volumen, variar la entonación… Puedes ayudarte de preguntas retóricas, ya que es una forma fácil de variar el tono y también de dar espacio a generar interés.
• Dar vida al contenido. En cuanto al lenguaje verbal, hay que hacer sentir a los alumnos que no se puede vivir sin lo que estás explicando. Contar anécdotas, demostrar la utilidad, visualizarles la maravilla de tu materia. Si tú lo crees, hay que poder trasladarlo. Invitarles a que ellos piensen, se hagan preguntas y a que si tienen más curiosidad, acudan a ti. Contagia el entusiasmo.
MOTIVAR DESDE MUY CERCA
Hay estudios que explican que cuando el profesor dedica unos segundos al alumno diciéndole palabras de ánimo a la vez que pone la mano en su hombro, el alumno se siente más motivado y sus resultados son más positivos.
Hoy día es difícil recomendar el contacto físico aunque sea leve, porque se tiende a evitar problemas. De modo que si no se quiere dar de vez en cuando una palmada en el hombro a los alumnos, de esos estudios podemos llevarnos algo más esencial: lo importante es dedicar atención al alumno de forma individual, y eso no se hace desde lejos. Hay que acortar distancias físicas.
¿Cómo motivar a los alumnos individualmente?
• Acercarse físicamente y, con tono sereno, expresar unas palabras de ánimo de vez en cuando a cada alumno le harán sentir especial. Al final, se trata de cuidar la relación, y la motivación es la consecuencia. Y cuando cuidamos las relaciones, las cosas florecen. Para poder estar cerca de cada alumno, va bien pasearse por las clases y no quedarse en la línea de la pizarra. Y si te los encuentras por un pasillo, también es momento de chocar manos o dedicar un saludo especial.
• Mover a los alumnos. Aunque tengan sitios fijos o la clase requiera tomar apuntes o mirar una pizarra, en algunas sesiones puedes moverlos: los de atrás adelante y viceversa; o organizar actividades en los que tengan que levantarse y agruparse, lo que facilitará que puedas tener cerca a aquellos que están situados lejos habitualmente. Además, se sabe que el movimiento favorece la memoria.
• Mirar a todos: Muchas veces nos dirigimos a aquellos que ya están atentos y conectados, que nos devuelven ese interés que deseamos encontrar. ¿Qué pasa con el resto? ¿Los damos por perdidos? Todos tienen que sentir que te estás dirigiendo a ellos y son merecedores de tu atención. Si la mirada del alumno devuelve desinterés, desmotivación… no hay que desfallecer. Sigue conectando a través de la mirada y espera. Hay que dar tiempo.
CONCLUSIÓN
En realidad, poner toda la carne en el asador cuando impartimos clases significa una voluntad de establecer y mejorar la relación entre el profesor y el alumno. Aumentar la pasión implica que eres generoso queriéndoles trasladar el gusto por ese conocimiento, creer de forma auténtica que los alumnos lo van a disfrutar.
Y acercarte más físicamente a cada uno supone vencer la costumbre de dar la clase desde la pizarra, para salir al encuentro de cada alumno. La cercanía física da también muchos frutos.
Cuando un profesor es apasionado y atento al alumno, las clases son memorables. Seguro que memorable no estaba entre los calificativos que describirían tu asignatura ni tu persona. Pero ahora pueden empezar a estarlo.
