Tatuajes, sesgos y comunicación no verbal

¿Un policía con tatuajes visibles? ¿Por qué no? ¿Por qué sí? ¿Acaso ayudará al ciudadano peor o mejor? Los tatuajes no suelen dejar indiferente a nadie y la Guardia Civil fue hace poco la última en poner la cuestión en debate, debido a la orden general sobre apariencia y trato con el ciudadano que preparaba la Dirección General. El tema fue ampliamente tratado en los medios, también por estar Grande-Marlaska en la ecuación al ser ministro de Interior aunque él solo heredaba el asunto, pues se había gestado meses antes del cambio de gobierno.

La orden trataba, entre otros, algunas cuestiones sobre el aspecto físico que debían mantener los guardias estando de servicio, como la longitud de las uñas en hombres y mujeres, el tipo de corte/recogido de pelo, el máximo de anillos/pulseras o la cuestión que suscitó más polémica, los tatuajes, que no podían ser visibles llevando el uniforme, y de ser visibles debían ser tapados con venda o maquillaje, o bien eliminados. También se recogía que habría una base de datos con los tatuajes de los guardias: descripción, ubicación en el cuerpo y fotografía. En algunos aspectos, era más restrictiva que la normativa actual. Tras la oposición de la mayoría de las asociaciones de guardias civiles, finalmente esta orden no prosperó.

Es habitual que existan reglamentos internos sobre el aspecto físico no solo en los cuerpos de seguridad sino también en muchas empresas en las que los empleados trabajan de cara al público. Como hemos comentado otras veces, la apariencia desempeña un papel destacado en la comunicación no verbal y no solo no debe desestimarse sino que en nuestra faceta profesional recomiendo aprovecharla y sacar el máximo jugo posible, en todo medio y circunstancia. Por tu apariencia actúas, y los demás actúan contigo.

Por lo general cuando se regula el aspecto de los empleados lo que se busca es comunicar, alinear, los valores de esa empresa a través de la imagen de estos. En este caso concreto, la orden quería fomentar la imagen de neutralidad de los agentes mediante una serie de normas sobre el aspecto físico y sobre su trato con la ciudadanía. Sin embargo, de todos los puntos sobre la imagen personal de los guardias, el que pareció encontrar el rechazo de las asociaciones y el interés de los medios fueron las cuestiones relacionadas con los tatuajes.

tatuaje guardia civil

Al igual que sucede en otros cuerpos militares aquí y en otras naciones, la Guardia Civil ya tiene una normativa sobre la cuestión: «Carecer de tatuajes que contengan expresiones o imágenes contrarias a los valores constitucionales, autoridades o virtudes militares, que supongan desdoro [dañar el prestigio o reputación] para el uniforme, que puedan atentar contra la disciplina o la imagen de la Guardia Civil en cualquiera de sus formas, que reflejen motivos obscenos o inciten a discriminaciones de tipo sexual, racial, étnico o religioso. Asimismo, tampoco se permiten los tatuajes que pudieran ser visibles vistiendo las diferentes modalidades de los uniformes de uso general del Cuerpo de la Guardia Civil.»

¿Qué es lo que sucede en la sociedad con los tatuajes? Puede resultar paradójico que en la actualidad gocen de tan alta popularidad y sin embargo sigan siendo objeto de debate, por afinidad o rechazo. ¿Pero por qué rechazo aún?

En este post veremos unas pinceladas sobre la historia del tatuaje y su relación con la cultura occidental, para intentar entender de dónde puede proceder un prejuicio negativo que parece prevalecer a pesar de las décadas de normalización del tatuaje en nuestra sociedad. En próximos posts espero tratar el tatuaje desde su relación con la identidad.

Orígenes del tatuaje en Occidente

En diversas partes del mundo, lejanas unas de otras, hay muestras de que marcar la piel con tatuajes fue o es una práctica muy arraigada en la humanidad. En culturas antiguas como el Antiguo Egipto, los Mayas y Aztecas, nativos norteamericanos, los Celtas o la Polinesia se tatuaban tanto como medio de aportar cohesión e identificación en el grupo, como para ahuyentar el mal o atraer el bien, o como simple manera de decorar el cuerpo.

En Europa se han encontrado utensilios del paleolítico como agujas de hueso y recipientes de barro para pigmento, junto a figuras en las que se observa el cuerpo decorado. «En la civilización occidental ha primado -aunque con excepciones- la prohibición de alterar el cuerpo. Esta prohibición proviene de preceptos del Antiguo Testamento que fueron asumidos por las religiones monoteístas. Así, una práctica muy extendida va quedando progresivamente prohibida en gran parte del mundo antiguo.»1

En la Grecia tardía y la Roma precristiana se tatuaba a esclavos y a aquellos que infringían la ley, de modo que quedaran separados de la sociedad y fuesen fácilmente identificables. Por otro lado, algunos soldados romanos al entrar en contacto en los intentos de conquista con los pueblos británicos copiaron su costumbre de ir tatuados con motivos fieros. En el siglo III el emperador Constantino, que se convierte al cristianismo, prohíbe los tatuajes. Donde el cristianismo avanza en el mundo occidental y donde avanza el islam en el oriental se reduce la práctica del tatuaje. Con algunas excepciones como los cruzados, quienes se hacían tatuajes de motivos religiosos (cruces, por ejemplo) para poder ser identificados como cristianos en caso de morir en la batalla.

Los tatuajes vuelven a llegar a Europa

Es en Polinesia donde se suele situar el punto de partida del regreso de los tatuajes a Europa: cuando los expedicionarios ingleses llegaron a esta parte del Pacífico Sur, quedaron fascinados por los cuerpos tatuados de los isleños autóctonos. En las más de 1000 islas que forman el archipiélago triangular (comprendidas desde Hawaii al norte, hasta Nueva Zelanda al suroeste y la Isla de Pascua al sureste), se comparten algunos rasgos lingüísticos y culturales, incluidos los tatuajes: los llevaban tanto hombres como mujeres, se iban añadiendo progresivamente con la edad, los motivos eran de gran belleza en cuestiones de proporción y armonía, e indicaban cuestiones de rango, estatus, madurez sexual, personalidad, genealogía… Es todo un documento de identidad en la piel, lenguaje no verbal en toda regla, pues permiten identificarse de un solo vistazo solo con la apariencia.

Polinesia
tatuaje tradicional polinesia
Tatuaje polinesio

Los exploradores ingleses volvieron a Inglaterra no solo con polinesios tatuados y un tatuador (Ma’i, que causó sensación), sino también habiendo adoptado ellos mismos el gusto por el tatuaje, en su caso como modo de marcar sus hazañas en el mar. La palabra inglesa tattoo, usada por primera vez en los diarios de viaje del capitán Cook (1769), al igual que la francesa tatouage (de la que deriva la española tatuaje) viene de tátau, palabra polinesia para designar tatuaje.

En las expediciones no solo participaban exploradores de renombre y marinos de graduación sino también delincuentes que se enrolaban huyendo de la justicia, que sucumbieron asimismo al tatuaje. Y es que más allá de los navegantes, en Occidente el tatuaje ha estado además vinculado con el mundo criminal: prisiones, crimen organizado, campos de trabajo… En este ámbito el tatuaje se emplea como medio para segregar del mundo institucional a sus miembros, sellar su pertenencia al grupo y determinar el rango dentro del grupo. Existe una simbología específica y rígida que prácticamente no deja lugar a la elección de los dibujos, de la ubicación, entre otros. En esta línea, otros grupos de inspiración supuestamente antisocial como moteros, punks o algunas bandas de rock optaron por los tatuajes como señal de grupo y para alejarse de lo convencional.

En la actualidad, personas de todos los estatus sociales y profesiones llevan, visibles o no, tatuajes. Se considera que en Occidente el tatuaje es una moda globalizada, un producto más de la sociedad de consumo (al margen de las distintas motivaciones para tatuarse, o la búsqueda de arte o no). 1 de cada 3 españoles lleva un tatuaje. Y sin embargo, a pesar de que es una práctica masificada y ha perdido su carácter contracultura, parece que sigue habiendo prejuicio sobre ellos; quizá aún se relacionen con el mundo del crimen, grupos antisociales o con algún tipo de opción de vida con la que no tengamos afinidad. Quizá sea que la moda ha ido demasiado rápida como para dar tiempo a que los sesgos se desdibujen. Al fin y al cabo los tatuajes tuvieron un primer auge en los años 60 con el movimiento hippie y a desde los años 90 a través del cine y la música, y ahora las redes sociales.

¿Cómo andas de prejuicios sobre el tatuaje? Podemos dedicar 2 minutos a reflexionar qué nos pasa cuando…:

a) si no llevas tatuajes: ¿Cómo reaccionas si en juicio te encuentras con un juez tatuado? ¿Crees que afectan en alguna medida a tus inferencias sobre sus capacidades o predisposiciones? ¿Verías con buenos ojos que tus hijos llegada la edad adulta se tatuaran? ¿Crees que una persona rinde diferente por llevar tatuajes?

b) si sí llevas tatuajes: ¿qué suelen decirte los que lo ven?; ¿cómo reaccionan y opinan? ¿te desenvuelves en un mundo en el más gente los lleva o eres el único/a? ¿Crees que llevar tatuajes visibles pueden influir negativamente en procesos de selección en cargos de responsabilidad? ¿Verías con buenos ojos que tus hijos llegada la edad adulta se tatuaran? ¿Llevar tatuajes cambia tu conducta en algo?

Aquí lo dejamos hoy, para tomar el pulso de qué nos evocan los tatuajes. En un post próximo, nos adentraremos en identidad y tatuajes. Todo para poder entender más sobre esta práctica que, al afectar al cuerpo, interfiere en la apariencia y por tanto, en las primeras impresiones, la comunicación no verbal, y como consecuencia nuestros razonamientos y nuestra conducta.

Referencias:

(1) Walzer, F. (2015) «Tatuaje y significado: en torno al tatuaje contemporáneo». Revista de Humanidades, 24 , pp. 193-216.

Shoham E. (2015) Prison Tattoos. A Study of Russian inmates in Israel. SpringerBriefs in Criminology. Springer.

Kjeldgaard, D. y Bengtsson, A. (2005). «Consuming the Fashion Tattoo», in Advances in Consumer Research, vol. 32, pp. 172-177.

Corominas, J. (1980) Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Gredos.

mooreatattoo.com (para las imágenes de tatuajes tahitianos)

Nuestra apariencia, comunicación no verbal en estado puro

«¿Qué aparento?» Quizá sea una pregunta que nos hayamos planteado alguna vez. Si no te la has hecho nunca, te invito con este artículo a ahondar sobre uno de los canales más potentes de la comunicación no verbal, y que a mí me gusta trabajar especialmente: la apariencia.

Me da la sensación de que en general lo que tenga que ver con el concepto «parecer» lo consideramos a priori algo rechazable, alejado de la autenticidad. En el refranero español, que me gusta porque suele dar idea de cómo piensa nuestra sociedad, abundan los refranes o expresiones negativos sobre la apariencia:

No es oro todo lo que reluce
El hábito no hace al monje
Caballo grande, ande o no ande
La oveja negra resultó ser la oveja blanca
Un lobo con piel de cordero
De noche todos los gatos son pardos
No todo el que lleva zamarra es pastor

En la misma línea, una de las cualidades que más me demandan en los asesoramientos de comunicación no verbal es precisamente ser percibido como honesto; parecer honesto, en definitiva, aunque en sí misma esta petición pueda considerarse una sutil contradicción.

Sin embargo, en todas las comunidades del globo, ya sean más industrializadas o estén más en contacto con la naturaleza, ya sea la sociedad nipona o la masai, se cuida la apariencia en algún grado y varios aspectos. Los propios animales tienen rasgos de apariencia engañosos que están orientados a la supervivencia: colores intensos que dan idea de lo venenosos que son, insectos que parecen palos, peces que parecen rocas, mariposas con dibujos en forma de ojos en las alas, etc.

Volvamos a los humanos. En una interacción social, la primera toma de contacto con otra persona es la apariencia y se da a través de la vista. Por ese motivo, en las primeras impresiones la apariencia desempeñará un papel esencial sin duda alguna (¿cuántas veces descartamos dirigirnos a alguien solo por su aspecto?) y siempre se recomienda cuidar todos los detalles en ese primer encuentro: una cita romántica, una entrevista de trabajo, un juicio, la venta de un inmueble… Pero la apariencia no es importante solo para formar una primera impresión, sino que en sucesivas interacciones, en casi todas las ocasiones, seguirá siendo clave desde el punto de vista comunicativo.

A través de la apariencia, nos hacemos una idea de cómo es la otra persona, y los demás se hacen una idea sobre nosotros. Deducimos rasgos de identidad, valores, estados de ánimo, personalidad, actitudes, posición económica, ideas políticas… Todo eso sin necesidad de haber pronunciado palabra.

Aunque hay algunos rasgos que podemos adivinar de forma bastante acertada (sobre todo sexo, edad), nuestras deducciones están condicionadas por las experiencias personales que tengamos e incluso por nuestros prejuicios.

Aun así, la apariencia se basa en lo que socialmente está establecido. Por ejemplo, en España si veo a un hombre con un anillo dorado o plateado fino en uno de sus dedos anulares, deduciré que este hombre está casado; si veo una mujer en la cincuentena con el pelo blanco, es decir, sin teñir, es probable que piense que tiene unas ideas concretas sobre la relación mujer-envejecimiento; si veo un bebé con pendientes, creeré que es una niña, y si voy a India y veo a dos hombres cogidos de la mano deduciré que tienen una relación sentimental (aunque allí es una señal de amistad, si no tengo ese conocimiento esa será mi deducción).

¿Y de nosotros? ¿Qué aparentamos cada uno de nosotros? ¿Qué elementos en concreto son importantes en la apariencia? Todo. Todos los elementos de nuestra persona y lo que nos rodea intervienen en la percepción que los demás tengan de nosotros. Hagamos una lista (no exhaustiva) para que podamos ver hasta qué punto todo cuenta en la apariencia:

⇒ Atuendo: prendas de vestir, accesorios, gafas, joyas o ausencia de ellas, llaveros

⇒ Complexión física, tanto del cuerpo como de la cara

⇒ Pelo y piel: barba, bigote o el ir afeitado; peinado, color del pelo, maquillaje o no y qué estilo; tatuajes, bronceado, ojeras, marcas, cicatrices

⇒ Dispositivos electrónicos: teléfonos, tabletas… y sus complementos (auriculares, fundas…)

⇒ Vehículos: qué coche/moto/bicicleta llevamos, y en qué estado lo tenemos

⇒ Oficina: cómo es nuestra oficina, en qué calle o barrio se encuentra, qué muebles y elementos hay en ella, cómo solemos tener nuestra mesa de trabajo

⇒ Vivienda: ubicación, mobiliario, fotografías (¿fotos nuestras?, ¿fotos con gente importante?, ¿fotos de los familiares?), estado, decoración

⇒ Con qué otras personas estamos o solemos ir

⇒ Animales de compañía

⇒ Y más…

Todos esos aspectos hablan de nosotros a los demás y viceversa. Lo natural sería que los valores personales y las cualidades que proyectamos coincidieran, pero no siempre es así y no siempre conviene que sea así, razón por la que la apariencia va bien estudiarla y trabajarla si intuimos que eso puede ayudarnos en algún aspecto de nuestra vida, o percibimos que la imagen que los demás tienen de nosotros no coincide ni nos gusta con lo que creemos nosotros.

Los personajes públicos, sobre todo los políticos, son los que cada vez más tiran de asesoramiento, pues saben que siempre son carne de televisión, fotografías para prensa, vídeos de paseantes, etc. A veces emplean su imagen para hacer «que parezca que…» y otras veces usan elementos de su apariencia como firmes transmisores de un mensaje específico.

En los artículos próximos, de vez en cuando analizaremos a personajes públicos solo desde el punto de vista de su apariencia como elemento de la comunicación no verbal, y podremos valorar juntos la importancia y eficacia de este canal, e ir incorporando conocimientos para aplicarlos a nuestra propia persona.

Un cordial saludo a todos,

Ana